6.17.2009

Por una cultura pluralista y crítica

Luis Armando González (*)

¿Qué tipo de cultura se debería promover para potenciar las transformaciones?


SAN SALVADOR
- Es importante que en El Salvador el rema cultural sea debatido con franqueza y amplitud de criterios. Eso no es frecuente, quizás por las urgencias que se plantean en otros ámbitos de la realidad nacional. Sin embargo, al calor de la discusión sobre los perfiles de los candidatos para dirigir CONCULTURA se ha abierto un espacio interesante para aportar ideas en torno no tanto sobre los mencionados perfiles, sino sobre la dinámica cultural del país.

Y es que, más allá del funcionario o funcionaria que vaya a asumir la conducción de CONCULTURA, El Salvador debe enfrentar una serie de desafíos culturales que van más allá de una gestión estatal particular, pues involucran a los diferentes sectores sociales que generan cultura: sectores sociales medios y populares, elite empresarial, intelectuales, artistas, iglesias, universidades, agencias de publicidad y medios de comunicación.

Partiendo de lo que se tiene --un panorama cultural nacional masificado y pobre de referentes simbólicos elaborados; dominado por el elitismo y el conservadurismo laico y religioso, las marcas, el consumismo, el individualismo, la pasividad, el acomodamiento a lo que venga y el “sálvese quien pueda”— la gran pregunta es ¿qué es lo que se quiere? Dicho operativamente, ¿qué tipo de cultura se debería promover en El Salvador para potenciar las transformaciones que la misma sociedad reclama en los planos económico, político y social?

A riesgo de dejar en el tintero aspectos esenciales de la nueva cultura que debe gestarse en el país, se mencionan aquí dos de ellos. Primero, se trata de generar una cultura pluralista, en la cual tengan cabida las distintas expresiones culturales y sus creadores y creadoras. Hacer de una expresión cultural la privilegiada –por “sublime”, “pura”, “técnicamente perfecta” o sólo apta para “los que saben del goce estético”— lo que hace es empobrecer culturalmente a la sociedad.

Y, en segundo lugar, se debe trabajar arduamente por una cultura crítica. Esto supone plantarle cara a los dogmatismos, los tabúes, el conservadurismo y posturas afines que tanto daño hacen a al conocimiento y a la búsqueda de la verdad. Promover una cultura crítica supone promover la idea no sólo de que la verdad no es patrimonio de nadie en particular (iglesias, sectas, instituciones o personas), sino que es algo que se va construyendo paso a paso, con el esfuerzo de todos y todas, a lo largo de un camino que no tiene fin. Asimismo, supone promover el debate, la discusión, la revisión permanente de las propias “verdades” y las “verdades” de los demás, especialmente de las “verdades” que se difunden desde el poder secular o religioso.

Sólo una cultura pluralista y crítica puede ser el soporte de las transformaciones que se comienzan a dar en El Salvador. No trabajar en esta dirección significa dejar intocado el marco cultural del que se sirvió la derecha para mantener su dominio sobre la sociedad. Dejar intocado ese marco cultural significa dejar en manos de la derecha uno de sus bastiones de poder más importantes, que no dudará en usar para recuperar el terreno perdido en las elecciones del 15 de marzo de 2009.

(*) Politólogo y colaborador de ContraPunto

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