10.22.2009

Pese a algarabía por náhuat, la lengua va hacia la extinción


Por Edgardo Ayala

Cuando mueran las únicas 200 personas que aún hablan náhuat en todo el país, morirá con ellos esa lengua ancestral, si el gobierno y la sociedad en su conjunto no elabora planes urgentes para su rescate. Pero hay quienes piensan que el gobierno está viendo la cosa más como un show folclórico. SAN SALVADOR - El náhuat, la lengua de los ancestros de las y los salvadoreños, se enfila hacia el despeñadero de la extinción, pese a la aparente importancia que el tema ha despertado entre los nuevos funcionarios de gobierno. Una pena, que algo tan valioso muera. Porque, como dice el Atlas de la UNESCO de las Lenguas en Peligro en el Mundo 2009, “la lengua refleja una visión del mundo única en su género, y su extinción supone una pérdida irrecuperable de los conocimientos culturales que se han ido encarnando a lo largo de los siglos”. Actualmente en El Salvador solo unas 200 personas, en un país de 5.7 millones de habitantes, hablan nahuat, según el citado documento. Dentro de las cinco categorías de riesgo utilizados por esta publicación, el náhuat se encuentra “en situación crítica”, un paso anterior a “extinta”. Cuando mueran esos últimos hablantes, se llevarán a la tumba la lengua de una cultura ancestral, hablada en regiones de El Salvador y Centroamérica. La mayoría de estos hablantes residen en pueblos y cantones del occidente del país, sobre todo en Izalco, Santo Domingo de Guzmán y Nahuizalco, todos del departamento de Sonsonate. Otra lengua autóctona hablada en El Salvador, el chortí, se extinguió a comienzos del siglo XX, dice el antropólogo Ramón Rivas. Tampoco el lenca se habla más en el país. Últimos esfuerzos El pasado 1 de septiembre, en un hecho sin precedentes, 50 niñas y niños de la escuela “Dr. Mario Calvo Marroquín”, de Izalco, fueron invitados a cantar el himno nacional en náhuat, en la inauguración oficial de los actos de la independencia nacional, en Suchitoto. Un mes más tarde, ese mismo grupo de escolares participó en otro acto oficial, esta vez, en el marco del Día Internacional de la Niña y el Niño. Al menos en apariencia, se observa un interés por parte de las autoridades del ministerio de Educación en promover esa lengua, traída a esta región por grupos que emigraron desde lo que hoy es el centro de México, en el siglo X. Y es que el citado centro escolar desarrolla, desde el 2002, un programa de enseñanza de la lengua, pero sin ningún apoyo gubernamental. Su directora, Juliana Ama, dice que desde finales de los años 90 hubo un intento en la escuela por promover la lengua, por medio de una cartilla proporcionada por el extinto Consejo para la Cultura y el Arte (Concultura), pero el apoyo no pasó a más y la idea se desintegró. Pero Juliana –que viene siendo sobrina-nieta del líder indígena Feliciano Ama, asesinado por las tropas del general Maximiliano Hernández Martínez durante el levantamiento de 1932— quiso seguir empujando el sueño. Y el esfuerzo continuó como parte del proyecto “Revitalización del Idioma Nahuat”, promovido por la Universidad Don Bosco, en el 2004, y es así como a los y las escolares de su escuela les siguen enseñando náhuat. “Quisiera que el nuevo gobierno nos escuche (para promover la lengua); en años atrás no nos escucharon, pero ahora veo que se está abriendo un espacio”, dice Juliana, al comentar al interés mostrado por las autoridades de educación de invitar a sus alumnos a cantar el himno nacional en náhuat en actos oficiales. La directora dice que un buen día ella tenía una reunión con el nuevo ministro de Educación, Salvador Sánchez Cerén, pero el funcionario no la recibió y ella terminó reuniéndose con el viceministro del ramo, Eduardo Badía. Fue en esa reunión, afirma, donde se cocinó la participación de los y las estudiantes izalqueñas en los actos oficiales de la independencia nacional. Se solicitó una entrevista con el viceministro Badía, para conocer si hay algún plan de apoyo al náhuat, pero no fue otorgada. Como en muchos otros casos, la desaparición del nahuat inició desde que los españoles conquistaron esta región, en 1524, iniciando el proceso de transculturización. Pero se acentúo como parte de procesos políticos sociales desencadenados después de la Conquista. Un sistema injusto en el que las tierras indígenas pasaron a manos de terratenientes, entre otros aspectos, provocó una serie de levantamientos en 1814, 1816 y 1824, dice el antropólogo Rivas. Eso desembocó en la insurrección de 1833, liderada por Anastasio Aquino, un caudillo indígena, y con ello inició la persecución por el naciente Estado salvadoreño de toda la cultura vinculada a esas poblaciones ancestrales, incluyendo la lengua. General Martínez dio tiro de gracia Luego llegaron los mencionados hechos de 1932, durante los cuales el general Hernández Martínez perpetró un genocidio contra los pueblos indígenas del occidente del país, que se habían levantado en una revuelta en la que también participaron campesinos, líderes universitarios y sindicales vinculados al Partido Comunista. Exigían más justicia en un sistema desigual. No se tienen datos oficiales precisos de cuántas personas murieron, y algunos cálculos van desde los 6,000 hasta los 40,000 muertos, dice Rivas. Y a partir de ese etnocidio, los indígenas sobrevivientes, temiendo ser asesinados, escondieron sus raíces, su lengua y su vestimenta. Feliciano Ama fue colgado en la plaza central de Izalco, para escarmentar a los demás pobladores. “Se han resaltado los hechos del 32, pero hay que remontarse más atrás en el tiempo (…) en el 32 terminaron de ser desplazados”, dice a Rivas. A diferencia de otros países donde las etnias indígenas se diferencian claramente del resto de la población, como en Guatemala, por ejemplo, eso no sucede en El Salvador. Tampoco los indígenas se pueden ubicar geográficamente, dice el antropólogo, salvo esos minúsculos bolsones en Izalco, Nahuizalco y otras comunidades de Sonsonate. “La guerra (civil de la década de los 80) dispersó esas comunidades, toda esa gente huyó en desbandada”, dice Rivas. Y agrega: “Lo que tenemos aquí es un grupo de campesinos con fuerte tradición indígena, ¿qué tradición indígena? Nahua-pipil, lenca y chorti”. El náhuat no es la única lengua en riesgo de morir. La mitad de las 6,700 lenguas habladas actualmente corren peligro de desaparecer antes de que finalice el presente siglo, advierte el Atlas de la UNESCO sobre las lenguas. Casos recientes de lenguas extinguidas son, entre otros, el eyak, de Alaska (Estados Unidos), sepultado con la muerte de Marie Smith Jones, en 2008, o el del ubyh, de Turquía, con la muerte de Tefuic Esenc, en 1992. El documento señala, sin embargo, que es posible detener la desaparición de una lengua. “Este proceso solo se puede frenar si los gobiernos y las comunidades de hablantes toman medidas urgentes”. ¿Show gubernamental en náhuat? La apuesta gubernamental a la promoción del nahuat no se tiene clara, pero los esfuerzos ciudadanos dirigidos en ese sentido van caminando. La Fundación Círculo Solidario ha iniciado un programa denominado Educación Intercultural, y uno de sus principales componentes es la enseñanza del náhuat en los poblados de Nahuizalco, Izalco y Santo Domingo de Guzmán. El profesor Atilio Hernández es uno de los dos maestros que enseña náhuat, en la escuela de Izalco, como parte del proyecto de la Universidad Don Bosco. Él tiene esperanzas de que la lengua no muera. “Vale la pena dar a conocer lo que ha estado escondido, porque es nuestra primera lengua”, dice. Es posible rescatar una lengua, señala Rivas, cuando el Estado establece los lineamientos de lo que se hará al rescate de la lengua, en el marco de un proyecto de nación, en donde la lengua es uno de varios componentes. Y esos otros elementos son los que el Estado no lo dimensiona. “De qué me sirve aprender la lengua cuando la gente, en su inconsciente, dice ‘ellos son indios y yo soy blanco”, acota. “Si el esfuerzo de rescate de la lengua no se ve como una totalidad, podemos caer en un show”, dice, y el dedo acusador apunta hacia el Estado. Esperanzas en nuevas generaciones Pero más allá de las truculencias a las que pudiera estar jugando el nuevo gobierno, hay un interés real y auténtico de las personas y asociaciones que vienen impulsando la idea del náhuat desde hace varios años. El profesor Atilio Hernández, de la escuela en Izalco, ve en las nuevas generaciones un interés real en aprender la lengua. “Por las mañanas vienen niños o niñas y me dicen: ‘mi abuelo me dijo esta palabra (en náhuat)’, y me preguntan qué significa”, dice. Más tarde, él y la directora de la escuela reunieron a una docena de escolares, que entonó el himno en la lengua autóctona. “Shawan tiuk” (adiós en náhuat), dicen, saliendo del salón de clases, tras la presentación. Y al aprender la lengua, se aprenden aspectos de la cultura de la cual deriva. ¿Estamos aún a tiempo?

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