10.22.2009

Un nuevo enfoque de la seguridad alimentaria y el hambre en el mundo

Hillary Rodham Clinton
Para mil millones de personas en el mundo, el esfuerzo diario de cultivar, comprar o vender alimentos es el esfuerzo que define su vida. Eso es importante para todos nosotros.
Consideren a la pequeña agricultora del mundo.
Vive en una aldea, se levanta antes del alba y camina varios kilómetros para recoger agua. Si la sequía, las enfermedades o las pestes no destruyen sus cosechas, quizás tenga lo suficiente para alimentar a su familia y quizás le quede algo para vender. Pero no hay carretera que llegue al mercado más cercano y no hay nadie en la aldea que pueda darse el lujo de comprarle sus productos.
Consideren ahora a un joven en una ciudad atestada a más de 100 kilómetros de distancia de esa agricultora. Tiene trabajo que paga unos centavos. Va al mercado— pero los alimentos se están pudriendo o los precios están fuera de su alcance.
Ella tiene alimentos extra para vender, y él quiere comprarlos. Pero esa transacción sencilla no puede ocurrir debido a fuerzas complejas más allá de su control.
Hacer frente al desafío del hambre mundial está en el centro de la «seguridad alimentaria» —facultar a los agricultores del mundo para que siembren y cosechen cultivos abundantes y pesquen o cuiden efectivamente del ganado —y asegurar entonces que el alimento que ellos producen llegue a los más necesitados.
La seguridad alimentaria representa la convergencia de varias cuestiones: sequías e inundaciones causadas por el cambio climático, altibajos en la economía mundial que afectan los precios de los alimentos y alzas en el precio del petróleo que aumentan los costos de transporte.
De manera que la seguridad alimentaria no consiste solamente en los alimentos sino que en la seguridad misma. El hambre crónica amenaza a los individuos, los gobiernos, las sociedades y las fronteras. Las personas que no tienen nada para comer o están desnutridas y no pueden cuidar de sus familias quedan con sentimientos de desesperanza y desesperación que pueden llevar a la tensión y el conflicto, incluso a la violencia. Desde 2007, se han producido disturbios a causa de los alimentos en más de 60 países.
Los fracasos de la agricultura en muchas regiones del mundo tienen también un impacto en la economía mundial. La agricultura es la única o la principal fuente de ingresos para más de tres cuartas partes de los pobres del mundo. Cuando tantos trabajan arduamente pero aun así no pueden salir adelante, es el mundo entero el que no progresa.
La administración de Obama considera el hambre crónica como una prioridad clave de nuestra política exterior. Otros países se nos unen en este esfuerzo. Las principales naciones industrializadas han comprometido más de 22.000 millones de dólares en más de tres años para impulsar el crecimiento económico impulsado por la agricultura. El 26 de septiembre, el secretario general de la ONU Ban Ki-moon y yo organizamos una reunión de líderes de más de 130 países para lograr apoyo internacional.
Nuestro enfoque se basará en la experiencia. Hemos empleado demasiados años y demasiados dólares en proyectos de desarrollo que no han rendido resultados duraderos, pero hemos aprendido de estos esfuerzos. Sabemos que las estrategias surgen de quienes se encuentran más cerca de los problemas, no de las instituciones o gobiernos extranjeros a miles de kilómetros de distancia. Sabemos que el desarrollo funciona mejor cuando se lo percibe como una inversión y no como una ayuda.
Teniendo en cuenta esas lecciones, nuestra iniciativa de seguridad de alimentaria se guiará por cinco principios:
Primero, para la agricultura no hay un modelo que sirva para todos. Trabajaremos con países socios para crear y aplicar sus planes.
Segundo, atenderemos las causas fundamentales del hambre, al invertir en todo desde mejores semillas hasta seguros para los pequeños agricultores. Y apoyaremos las habilidades y la perseverancia de las mujeres que son la mayoría de los agricultores del mundo.
Tercero, haremos hincapié en la cooperación a nivel nacional, regional y mundial, porque ninguna entidad puede erradicar el hambre por sí sola.
Cuarto, apoyaremos a las instituciones multilaterales que tienen alcance y recursos sin paralelo.
Por último, prometemos compromiso y responsabilidad a largo plazo e invertiremos en instrumentos de vigilancia y evaluación que hacen transparentes nuestros esfuerzos.
Nuestros esfuerzos en el desarrollo impulsado por la agricultura complementarán nuestro compromiso de proporcionar alimentos de emergencia cuando ocurran tragedias y desastres —como sucede ahora en el Cuerno de África, donde la sequía, fracasos en las cosechas y la guerra civil han causado una crisis humanitaria devastadora. Revitalizar la agricultura mundial no será fácil. Definitivamente, es uno de los esfuerzos de diplomacia y desarrollo más ambiciosos que nuestro país haya emprendido jamás, pero puede hacerse y vale la pena hacerse. Y si tenemos éxito, nuestro futuro será más próspero y más pacífico que nuestro pasado.

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