3.22.2010

Reinventar la universidad para la democracia y el conocimiento

Sábado, 20 Marzo 2010 

Oscar A. Fernández O. (*)

SAN SALVADOR - Estas reflexiones pueden servir como una oportunidad para debatir sobre los valores y las actitudes que son comunes a la educación, la ciencia y la práctica de la democracia en las universidades. El propósito es estimular la deliberación en el sentido de que es necesario entender que los problemas, son explicados por otros de distinta manera a la nuestra es decir, situacionalmente, desde otras perspectivas y circunstancias diversas y así, dialogar los puntos de vista reflexivamente. Habiendo culturas tan arraigadas de intolerancia y descalificación del otro en nuestro país, las discusiones sobre este tema son indispensables tanto para lograr una nueva vida cotidiana en las aulas, como también nuevas formas de entender las relaciones universitarias con los diferentes sectores de la sociedad.


La Universidad de El Salvador tiene asignado un papel histórico privilegiado que está desperdiciando, ayudar al país a construir procesos democráticos, en virtud de que las materias primas de su funcionamiento cotidiano son los contenidos y los métodos de la ciencia, la filosofía y el arte. Estos son necesarios para orientar la educación y desarrollar la cultura en direcciones favorables al desarrollo integral humano. Por otro lado, requieren el cultivo de valores y actitudes, imprescindibles para los procesos políticos de la participación y la autodeterminación. Lo aquí expuesto nos lleva a asegurar que podemos encontrar respuestas en los valores, que siendo comunes a las tres actividades mencionadas, favorecen la generación de nuevas actitudes y acciones - más civilizadas que las actuales - para la vida universitaria. Tales actitudes y acciones son iguales a las que requiere el desarrollo político hacia la paz y la democracia participativa.


La desgracia en que está sumergida la Universidad de El Salvador, la Universidad de todos los salvadoreños, es la consecuencia del abandono y la conspiración que el régimen político ha tenido a través de los años, especialmente brutal en la época de las Dictaduras Militares, siendo objeto de ataques y ocupaciones militares, desde el supuesto que ésta constituía un "refugio de los comunistas", cuando lo que en ella se debatía era el pensamiento social de avanzada antimilitarista y pro democrático.

Los últimos sucesos que oscurecen el futuro inmediato de la Universidad, son sólo la acumulación histórica de los últimos veinte años de pos guerra y neoliberalismo, en dónde según las oligarquías políticas ultraconservadoras, debió privatizarse por ser una "carga" del Estado. Al no poder concretizar su plan por la resistencia que se generó, el Gobierno de ARENA abandono la UES a su suerte.


Nuestra Alma Mater, en estas condiciones no da más. El gobierno del cambio y la sociedad entera deben entender que si no se rediseña y se diversifica la educación superior, engrandeciendo a la UES, a todo lo largo y ancho del país, con un presupuesto decente y una exigencia académica de alto nivel, El Salvador seguirá siendo la sombra de un país consumidor de conocimiento ajeno, incapaz de diseñar y hacer efectivas novedosas políticas de progreso y desarrollo equitativo.


Está claro que la educación puede servir para dar un respaldo fundamental al proceso democrático o, por el contrario, puede colaborar en la preservación de un statu quo excluyente y autoritario, según sea la modalidad que adopta en concreto. Esto significa, en otras palabras, que el proceso democrático necesita de las universidades y del ejercicio responsable de las funciones básicas de educación, investigación y extensión, la crítica y la elaboración de propuestas, en el contexto de una educación social integradora, no excluyente. "También implica que las destrezas necesarias para aprender, hacer ciencia, educarnos y vivir la democracia, son complementarias y necesarias entre sí. Significa también que es necesario evaluar cuidadosamente las opciones educativas" (Política del conocimiento, educación superior y desarrollo. A. Pérez Lindo. 1998)


Por supuesto que la crítica a la institución universitaria es necesaria. Lo que no es justificable es la crítica desde nuevas o viejas posiciones dogmáticas. Frente al problema actual, tirios y troyanos pontifican acerca de esta realidad, cuando la calidad de la educación superior nunca les ha importado. Mientras, el Estado se coloca al margen del problema.


Varios principios educativos prevalecen actualmente en nuestras universidades. Ellos determinan los contenidos y métodos curriculares en gran medida. Actualmente, las teorías educativas más conocidas y aplicadas dan prioridad a los contenidos sobre los procesos (métodos) educativos. Tienden a educar para adaptar al sujeto a modelos ideales preconcebidos de persona y sociedad (libre mercado); con ese propósito entregan conocimientos y preparan para el trabajo. Menos énfasis reciben la realización del ser, el desarrollo de la inteligencia, el cultivo de la imaginación y la creatividad, la educación cívica para construir la democracia, la promoción de la iniciativa o la disposición para aprender, crear, investigar, comunicar y emprender.


La vida real y la intelectual están separadas en la educación y la investigación formales, lo cual contiene profundas contradicciones. Por ejemplo, nos adherimos verbalmente a la democracia en el discurso y hacemos un tipo diferente de política con autoritarismo, a veces suavizado, en el salón de clase. Por el ejercicio rutinario de esta dicotomía entre discurso y práctica exponemos a los estudiantes a un ejemplo falaz. Les inducimos a aprender una teoría sofisticada sobre la democracia, la cual ellos reproducen elocuentemente, sin realizar en su práctica diaria el contenido democrático que tan bien saben. Así terminamos muchas veces en las universidades produciendo líderes que son expertos instruidos sobre la teoría de la democracia y la ética, pero a la vez también son tiranos corruptos en su práctica. Esta es una profunda contradicción que hace reñir el deber ser con los productos de la universidad.


Las opciones opuestas al autoritarismo, el privilegio, la mediocridad y muchas de las aberraciones sociales actuales que se observan en la Universidad, se encuentran en los fundamentos de lo que verdaderamente es la democracia, en las profundidades del concepto de la paz, en el significado del desarrollo social con alta valoración del ser humano, la participación y la vida.


Están surgiendo nuevos actores sociales que solo se guían por el presente, no importa el pasado ni el futuro. Así, el hombre ha ido conformando el mundo más y más en un campo de fuerzas a su servicio, donde las estructuras se violentan. En este ámbito se atribuye un papel fundamental a los intelectuales como agentes sociales del mundo, desde la perspectiva de los intereses de las clases desposeídas. Esto nos obliga a reflexionar sobre el urgente rediseño de la Universidad Pública, para ayudar a transformar nuestra sociedad que se debate en una brutal lucha de clases deformada. En una guerra de los ricos contra los pobres, y de los pobres contra los pobres.

Es necesario alimentar cuidadosamente la cultura de la comunicación y la participación dentro de nosotros mismos y en la sociedad. Para eso es fundamental saber escuchar, hacerse escuchar, superar el silencio, virtudes poco cultivadas en nuestros medios. Parece que nos hubiéramos esmerado en desarrollar una habilidad para no escucharnos. Sobre esto podríamos decir mucho. Recordemos que lo esencial de los procesos que involucran a las personas en gestiones de interés común está en la búsqueda compartida de las opciones para resolver los problemas e intereses. Ahí radica también la fuerza política y legitimidad de los cambios y el impacto en el largo plazo. Ahí también se hace evidente la necesidad de reconocer el valor fundamental del diálogo, una propuesta sugerida desde hace más de 2000 años.


(*) Analista y columnista de ContraPunto   


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