11.02.2009

Consulta al gremio de profesores universitarios

Mauricio Pohl (*)

Lo que todos los profesores universitarios nos preguntamos

SAN SALVADOR - Este artículo a diferencia de todos los anteriores que he escrito, no es de opinión, sino de consulta al gremio de profesores universitarios en nuestro país.

En El Salvador, los profesionales tienen diversas razones para comenzar una labor docente, ya sea por necesidad económica, por curiosidad, por transmitir sus conocimientos, porque no les queda otra alternativa y algunos pocos por vocación. Pero a todos, sin importar el motivo, nos tiran el primer día de clases al “matadero”, sin preparación, sin objetivos claros que debemos alcanzar, sin las herramientas docentes necesarias para desarrollar el trabajo, en fin, nos tiran a los leones y en ese momento nos damos cuenta sí podemos enseñar nuestros conocimientos o no. Pero eso sí, con el firme y equivocado pensamiento de enseñar todo lo que uno sabe y nunca aprender de los alumnos. La enseñanza en este país nunca ha sido un proceso de resultados inesperados. El profesor da los lineamientos de una cátedra y todos los alumnos deben de seguirlos, el alumno que no los siga simplemente reprueba.

Los “grandes” docentes preparan sus magistrales cátedras y las utilizan durante aproximadamente 20 años, realizan los mismos exámenes y solicitan a los estudiantes utilizar reglas de cálculo – en la era de la computadora – ya que sus pruebas han sido pensadas muchos años atrás y no tienen el más mínimo interés de pensar otras y mucho menos de complicarse la vida aprendiendo nuevos conceptos o utilizar nuevos libros de cátedra, por supuesto, en español.

Otra situación, que perjudica mucho la labor docente, es que la mayoría de “universidades” no tienen en su planta docente a profesores tiempo completo; lo que radica en que nunca van a poder formar una comunidad universitaria o la capacidad de desarrollar investigación. El profesor llega a las aulas, entrega sus “brillantes” conocimientos y se retira al trabajo, por lo tanto, la labor docente se limita a entregar un paquete de información, comprobar a través de exámenes si el alumno entendió y devolver los resultados del entendimiento al estudiante.

En el modelo de educación centrado en el educador (históricamente utilizado en el país) la interacción entre alumno y profesor dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje es rígido, el educador es el protagonista de la educación, impone, ordena y exige disciplina. Por su parte, el educando es una tabla rasa, es pasivo y memorístico. Y el contenido educativo se limita a información previamente establecida.

Ahora, en un modelo centrado en el educando, es éste quién se convierte en el actor fundamental del proceso de enseñanza-aprendizaje; el educador ahora, es un guía y orientador y se fundamenta en las investigaciones que realiza, su tarea es enseñar a aprender; lógicamente los contenidos educativos ahora son actualizados y contextualizados, dinámicos y buscan aprendizajes superiores.

Para lograr este modelo debemos de no confundir el concepto de currículo con plan de estudios de una carrera. Un currículo no es un plan de estudios, tampoco son los contenidos o temarios de clase, los anteriores son elementos que constituyen un currículo pero no lo representan. Según la definición de currículo de Margarita Panza (1988): “Es una serie estructurada de experiencias de aprendizaje que en forma intencional son articuladas con una finalidad concreta: producir los aprendizajes deseados”.

Por lo tanto, si las universidades del país cambian su modelo de educación, los profesores nos veremos en la necesidad de adentrarnos en el mundo de la investigación, y así, corregir la historia de una educación universitaria estática y que no permite adaptarse a los nuevos desafíos del mundo.

Ahora, la pregunta es: ¿Estaríamos, los profesores universitarios, en la disposición de emprender este reto?

(*) Académico y columnista de ContraPunto

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